HISTORIAS QUE INSPIRAN DESDE CONCEPCIÓN: DOÑA MARIELA, LA VENDEDORA ELEGANTE QUE RECORRE Y CONQUISTA
Las calles de Concepción volvieron a demostrar que los personajes más extraordinarios no siempre están en pantallas, sino caminando día a día entre bocinas, veredas y semáforos.
Allí, con paso firme y canasto de frutas en mano, avanza Doña Liz Mariela Mareco Gavilán, la vendedora que combina trabajo, elegancia y carisma, y que en los últimos días conquistó también el corazón de las redes sociales.
Su historia se volvió viral no por casualidad: Doña Mariela vende frutas en la vía pública desde los cinco años. Décadas después, sigue recorriendo la ciudad con la misma dedicación de aquella niña que salió por primera vez a ofrecer piñas, melones, duraznos, ciruelas y frutas de estación. Hoy, su presencia ya no solo se recuerda por la frescura de sus productos, sino por la distinción con la que los ofrece: ropa impecable, postura erguida y una sonrisa que hace que cualquier esquina sea más luminosa.
Vive en el barrio San Antonio, a pocos metros de la Parroquia del mismo nombre, desde donde inicia gran parte de su recorrido diario. Sus clientes, vecinos y ocasionales transeúntes no tardaron en notarla, admirarla, fotografiarla y compartir su jornada en redes, transformando a esta trabajadora incansable en símbolo de inspiración urbana.
Pero cuando habla de su oficio, también aparece otro brillo, uno distinto: el de sus sueños. Doña Mariela quiere ser creadora de contenido en TikTok. La emociona la idea de grabar sus caminatas, mostrar quién es, cómo trabaja, qué escucha, qué la mueve. “Me gusta la música, siempre escucho mientras camino… mientras no se acabe la pila”, contó entre risas, recordando el día que recibió como regalo una radio portátil que acompaña sus pasos, aunque dependa de la duración de las pilas.
Su mayor anhelo es también su mayor barrera: tener un celular que le permita grabar y crear contenido. Con el mismo candor con el que ofrece cada fruta fresca, comparte su deseo sin vergüenza, pero con emoción. Incluso señaló su zona de residencia como referencia para quienes, desde la solidaridad, deseen darle una mano.
En su relato hay algo que no pasa desapercibido: el valor de quienes trabajan desde la infancia, el poder de la buena presencia como forma de dignificar un oficio y la fuerza de soñar con nuevos caminos, incluso cuando estos parecen digitales y lejanos.
Las frutas que carga Doña Mariela pesan, pero su esperanza pesa más. Y su historia, compartida por cientos, recuerda que el futuro también se construye con pasos en la calle y sueños que merecen ser grabados y contados.
Un ícono de Concepción que no solo vende productos frescos: vende inspiración.




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